La Bendicion presidencial significa entre otras cosa algo muy importante como la compra de voluntades politicas y otras cosas que detallan l...
La Bendicion presidencial significa entre otras cosa algo muy importante como la compra de voluntades politicas y otras cosas que detallan la forma de hacer politica en la Argentina.
El clientelismo que somete a la sociedad argentina marca a todas las relaciones, tanto a la relación de las instituciones con las personas como el vínculo entre las instituciones. Aquí una visión precisamente de la relación entre Nación y provincias:
La forma en que se dispone de los fondos públicos está en la base del sistema republicano.
El control del dinero que recauda un país por diversos conceptos evita que se disponga mal de aquél, que se apuntalen proyectos de poder o se adquiera la suma de poderes que caracteriza a los regímenes autoritarios. Los dineros del Estado son en realidad los dineros del pueblo y, por haberlo ignorado, fue que cayeron las monarquías absolutistas en Europa y otras partes del mundo. En la República, tal y como fue concebida para el funcionamiento de la Argentina, varios reaseguros se instalan en el pacto social que representa la Constitución para evitar que los estamentos oficiales pueden hacer uso discrecional de los fondos y bienes de la Nación.
De otra forma queda siempre un manto de sospecha sobre por qué se gasta dinero de una forma y no de otra, y hasta se pueden alentar versiones de corrupción, que constituyen un caso históricamente recurrente en este país.
Como están dadas las cosas en la Argentina del presente, las garantías que contiene la Carta Magna son de dudoso cumplimiento. Primero, porque el Congreso ha abdicado de parte de sus obligaciones en contra de lo que aquélla estipula. Luego, porque las ha derivado en la Presidencia de la Nación. Por último, porque todo lo ocurrido en los últimos años ha convertido en poco menos que en una expresión de deseos la ley anual de presupuesto, que pasa por el Congreso para luego ser aplicada con discrecionalidad por el Ejecutivo.
Esto, que antes se realizaba mediante un sistema de excepción, ha quedado plasmado ahora mediante el dictado de una ley que absuelve al Congreso de sus obligaciones y centraliza en la Presidencia la potestad de emitir resoluciones en materia impositiva y, luego, reasignar parte de lo que se recauda de acuerdo con sus propios criterios.
Las señales que se perciben a partir de todo esto, que a su vez está apoyado por una incontrastable mayoría oficialista en el funcionamiento de ambas cámaras, resulta funcional a los proyectos de poder que se elucubran desde las altas esferas de la conducción nacional.
Por ejemplo, y con vistas a la próxima elección, el Ejecutivo se dispone a incrementar el gasto público. Esto se resuelve a partir de una subestimación del crecimiento nacional y, por consiguiente, de la recaudación y el superávit fiscal, plata de la que el Ejecutivo ha venido disponiendo en forma unilateral.
Se estima que, por las suyas y sin mayores controles, la Presidencia está manejando cerca de $ 40.000 millones este año en diversos conceptos.
El control del dinero que recauda un país por diversos conceptos evita que se disponga mal de aquél, que se apuntalen proyectos de poder o se adquiera la suma de poderes que caracteriza a los regímenes autoritarios. Los dineros del Estado son en realidad los dineros del pueblo y, por haberlo ignorado, fue que cayeron las monarquías absolutistas en Europa y otras partes del mundo. En la República, tal y como fue concebida para el funcionamiento de la Argentina, varios reaseguros se instalan en el pacto social que representa la Constitución para evitar que los estamentos oficiales pueden hacer uso discrecional de los fondos y bienes de la Nación.
De otra forma queda siempre un manto de sospecha sobre por qué se gasta dinero de una forma y no de otra, y hasta se pueden alentar versiones de corrupción, que constituyen un caso históricamente recurrente en este país.
Como están dadas las cosas en la Argentina del presente, las garantías que contiene la Carta Magna son de dudoso cumplimiento. Primero, porque el Congreso ha abdicado de parte de sus obligaciones en contra de lo que aquélla estipula. Luego, porque las ha derivado en la Presidencia de la Nación. Por último, porque todo lo ocurrido en los últimos años ha convertido en poco menos que en una expresión de deseos la ley anual de presupuesto, que pasa por el Congreso para luego ser aplicada con discrecionalidad por el Ejecutivo.
Esto, que antes se realizaba mediante un sistema de excepción, ha quedado plasmado ahora mediante el dictado de una ley que absuelve al Congreso de sus obligaciones y centraliza en la Presidencia la potestad de emitir resoluciones en materia impositiva y, luego, reasignar parte de lo que se recauda de acuerdo con sus propios criterios.
Las señales que se perciben a partir de todo esto, que a su vez está apoyado por una incontrastable mayoría oficialista en el funcionamiento de ambas cámaras, resulta funcional a los proyectos de poder que se elucubran desde las altas esferas de la conducción nacional.
Por ejemplo, y con vistas a la próxima elección, el Ejecutivo se dispone a incrementar el gasto público. Esto se resuelve a partir de una subestimación del crecimiento nacional y, por consiguiente, de la recaudación y el superávit fiscal, plata de la que el Ejecutivo ha venido disponiendo en forma unilateral.
Se estima que, por las suyas y sin mayores controles, la Presidencia está manejando cerca de $ 40.000 millones este año en diversos conceptos.
El Congreso, nada que ver.
Que se adquiere de esta forma adhesión por parte de los cada vez más sujetos gobiernos provinciales, lo da el anuncio de que la Nación financiará parte del muy grueso endeudamiento de algunas provincias.
Una deuda de cerca de $ 57.000 millones se verá de esta forma disminuida, ya que se eliminarán indexaciones, se repactarán plazos y montos y se esparcirá el cumplimiento de las obligaciones a través de un tiempo al cabo del cual pueden venir más facilidades.
Si esto no señala una decisiva influencia del poder central sobre las Provincias no sabemos de qué otra forma puede ser descripto.
Así, una gobernación puede incurrir en endeudamientos insensatos, elaborar sus propios sistemas de apoderamiento de facultades y gastar la plata en lo que le parece, sabiendo que luego vendrá “una manito” de la Nación, claro que a cambio de una adecuada respuesta en lo político.
Los que intentaron hacer bien las cosas y manejar las cuentas con criterio se deben dar cuenta ahora de que perdieron tiempo y esfuerzo.
Estas gruesas deformaciones en lo institucional serán heredadas por la próxima administración nacional que, en los cálculos de muchos, puede ser la misma que gobierna ahora.
Pero, si no lo fuera, quien venga a ocupar el poder se encontrará con una serie de facultades propias de otro tipo de regímenes, y no el republicano.
Que se adquiere de esta forma adhesión por parte de los cada vez más sujetos gobiernos provinciales, lo da el anuncio de que la Nación financiará parte del muy grueso endeudamiento de algunas provincias.
Una deuda de cerca de $ 57.000 millones se verá de esta forma disminuida, ya que se eliminarán indexaciones, se repactarán plazos y montos y se esparcirá el cumplimiento de las obligaciones a través de un tiempo al cabo del cual pueden venir más facilidades.
Si esto no señala una decisiva influencia del poder central sobre las Provincias no sabemos de qué otra forma puede ser descripto.
Así, una gobernación puede incurrir en endeudamientos insensatos, elaborar sus propios sistemas de apoderamiento de facultades y gastar la plata en lo que le parece, sabiendo que luego vendrá “una manito” de la Nación, claro que a cambio de una adecuada respuesta en lo político.
Los que intentaron hacer bien las cosas y manejar las cuentas con criterio se deben dar cuenta ahora de que perdieron tiempo y esfuerzo.
Estas gruesas deformaciones en lo institucional serán heredadas por la próxima administración nacional que, en los cálculos de muchos, puede ser la misma que gobierna ahora.
Pero, si no lo fuera, quien venga a ocupar el poder se encontrará con una serie de facultades propias de otro tipo de regímenes, y no el republicano.
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